En 1997 me llevaron a un viaje de contrastes, EEUU y México, países limítrofes, pero que, en mi persepción de niño a los 12 años, parecían quedar a miles de kilómetros uno de otro. Luego de visitar la tierra del Pato Dónald y el Tío Rico, visité, en el país vecino, la pirámide Maya de Chichén Itzá. Y es esa sensación al verla y el recuerdo de esa situación lo que motivará mi proyecto de este año. En ese lugar la diversión no estaba asegurada, había que buscarla e imaginarla. Se puede subir? Qué hay arriba? Pregunté. Subí y fíjate. Me respondieron. Dudé. Se puede entrar? Quién vive adentro? Se escuchó una carcajada. Y esa cabeza de serpiente que se asoma por allá qué es? Vos andá, subí, sacá unas fotos, y después hablamos de eso.
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